De como la música ayuda a concertarse a cerebros neurodivergentes
Mientras empiezo a escribir estas letras suena de fondo música, concretamente “Wish You Were Here” de Avril Lavigne. Esta es una de las cosas que siempre han estado presentes en mi vida, pero nunca había hilado con las neurodivergencias: necesito música para concentrarme en lo que esté haciendo.
En la época de instituto, allá por los 2000, tenía mi blog personal donde iba contando mis reflexiones, algo así como una bitácora, y siempre que me ponía a escribir necesitaba música de fondo. Tenía una especie de ritual: poner de fondo Enigma, Conjure One o Enya, apagar todas las luces y dejar solo la luz de la lampara del escritorio. Y a partir de ahí, ponerme escribir. De hecho, conservo mi playlist llamada “Algunas de mis Noches” de aquellos días.
Durante una hora o dos me ponía a escribir, soltando todo lo que tenía en la cabeza, todo lo que me preocupaba en esos momentos. Se acabó convirtiendo en una especie de terapia psicológica diaria, donde cada vez que daba clic al botón de publicar, los pensamientos, la ansiedad y las reflexiones salían de mi cabeza y se iban a otro lugar, despejándola y apaciguándola.
Por supuesto, dentro de todo esto, no era consciente de que lo hacía por una necesidad psicológica; simplemente sabía que me sentía bien y notaba que mi mente se relajaba cada vez que hacía dicha terapia. Ha sido ahora, después de conocer el diagnóstico y hablarlo en terapia, cuando he sido consciente de que inconscientemente, estaba haciendo un trabajo de autoterapia bastante importante.
La música siempre ha jugado un papel extremadamente importante en esa terapia. No solo por lo evidente, que nos pasa a todos —que nos transporta a lugares, fechas y épocas que despiertan sentimientos—, sino porque era y sigo siendo incapaz de trabajar o concentrarme delante del ordenador sin música.
Cada vez que lo hago, algo dentro de mi cabeza, una especie de alerta, salta y corro a la app para activar lo que sea, cualquier cosa. Me pasaba antes y me pasa ahora. Y esto es porque para las personas con TDAH (aunque no tiene que pasarles a todas), la música fortalece el hiperfoco y nos aleja de distracciones, entre otras cosas.
Esto ocurre porque la música puede modular la actividad cerebral, afectando áreas relacionadas con la atención, la memoria y las emociones. Por ejemplo, se ha observado que escuchar música activa regiones del sistema límbico, implicadas en el procesamiento emocional, lo que puede influir en el estado de ánimo y la motivación.
Además, ciertos tipos de música, especialmente aquellas con un ritmo constante y una estructura predecible, pueden ayudar a enmascarar estímulos ambientales distractores, facilitando la concentración. Un estudio publicado en Frontiers in Psychology encontró que la música de fondo puede aumentar los estados de concentración en la tarea en comparación con el silencio, especialmente cuando se trata de música familiar y agradable para el individuo.
Con esto tenemos varios puntos:
Nos aleja de distracciones.
Nos activa la motivación.
Nos pone de buen humor.
La repetición de las mismas canciones a las que les has cogido “aprecio” hace que la parte TEA se sienta “segura”.
A esto se le añade que, normalmente, la mente de las personas con TDAH se suele activar por las noches.
Uniendo todo, está claro que escribir con música de fondo, por las noches, es más que una costumbre sana para las neurodivergencias. Es una terapia, literalmente. Para mi se convirtió en mi lugar seguro durante muchos años.
Por desgracia, con el paso de los años, la vida adulta, tener que levantarte temprano, etc., fui perdiendo esta costumbre. También influyó que me dedicara en cuerpo y alma a escribir todos los días en medios de prensa sobre videojuegos, lo que me provocó un importante burnout de la escritura que me dura hasta el día de hoy. Mi lugar seguro terminó rompiendose.
Precisamente esto es lo que me ha llevado a abrir un blog y no otro medio, para retomar esas terapias. Esa música de fondo, ese espacio “seguro”. Pero ahora desde el punto de vista neurodivergente, sabiendo por qué me gustaba escribir por las noches, con la misma música, todos los días, una y otra vez.